El director de investigación en la Universidad Politécnica de Cataluña, Michel André, detalla el proyecto que Fundación Meri implementará en el Golfo del Corcovado en el Archipiélago de Chiloé, a partir de septiembre.
POR VALENTINALLOMPART
Los efectos de la intervención humana en el medio ambiente han hecho que la contaminación acústica se convierta en una amenaza para el ecosistema marino. En el caso de las ballenas, por ejemplo, el ruido del tráfico marino interfiere en su orientación, y terminan chocando con las embarcaciones, quedando lesionadas, varadas o muertas.
Para abordar esta situación, Michel André, bioacústico y director de investigación de la Universidad Politécnica de
Cataluña en España, cuenta los detalles de la iniciativa The Blue BOAT patrocinada por el Ministerio del Medio Ambiente (MMA) v desarrollada por la Fundación MERI -ligada a Filantropía Cortés Solari-, para proteger y conservar las ballenas.
André, quien está a cargo del desarrollo tecnológico del proyecto, explica que la innovación busca prevenir el choque de los cetáceos con las embarcaciones y adelanta a DF que la tecnología será instalada en septiembre de este año en el Golfo Corcovado en el Archipiélago de Chiloé, posicionando a Chile como el primer país en tener esta solución.
Boyas inteligentes
La tecnología consiste en un sistema de alerta temprana de presencia de ballenas para las embarcaciones, que incluye una red de bovas inteligentes que capturan información y monitoreo acústico.
Dentro de esas boyas, un computador identifica de forma automatizada las fuentes acústicas sin intervención humana,
teniendo la capacidad de distinguir entre diferentes especies de ballenas y organismos. Esto, para alertar a los barcos y así evitar que colisionen con los cetáceos.
“Las ballenas son las garantes del equilibrio del mar. Captan más CO2 que cualquier otro ser vivo, más que un árbol durante toda su vida, y estas especies están en peligro por las interacciones negativas con actividades humanas, como las colisiones con los grandes buques. La desaparición de un solo individuo tiene consecuencias irreparables”, sostiene André.
El científico añade que están finalizando el desarrollo tecnológico y viendo los últimos detalles del proyecto, que “va a permitir aportar datos a la comunidad científica chilena para entender mejor el medio marino”, dice.
André señala que el objetivo de The Blue BOAT. “es crear un modelo exportable a todos los mares para que vivamos en
cohabitación con los intereses económicos. Es clave conservar los grandes cetáceos, porque son garantes de nuestro equilibrio y de la supervivencia de los océanos”.
Efectos en el ecosistema marino
El científico comenta que el oído humano no distingue sonidos en el medio marino, lo que ha hecho que, a lo largo de las investigaciones científicas, sea ignorada la dimensión acústica de los océanos.
Explica que los estudios sobre contaminación acústica marina comenzaron hace 30 años, con un enfoque en las ballenas y delfines.
“Cuando descubrimos estos posibles efectos, pensamos enseguida en los cetáceos, que utilizan sonidos para su vida diaria, y comenzamos a estudiar la sensibilidad acústica de casi 90 especies en el mundo. Vimos que la contaminación acústica los afecta muchísimo, por ejemplo, en detectar amenazas o en su orientación espacial”, dice André.
En este escenario, un equipo científico en el que participó Andrélogró crear a fines de los ’90, un algoritmo que permite escuchar bajo el océano, bautizado como sistema LIDO (Listening to the Deep Ocean Environment). Es “un oído artificial en el mar”, capaz de procesar los datos en tiempo real y de forma automatizada.
“LIDO permite extraer la información para determinar las fuentes de los sonidos y también localizarlos en el espacio
para luego alertar a los operadores de transporte marítimo, a los de búsqueda de petróleo y de embarcaciones de la Armada” dice André.
Sin embargo, los estudios del bioacústico dieron un vuelco en 2011, cuando su laboratorio analizó la sensibilidad acústica de los invertebrados marinos, como crustáceos y medusas. Estos organismos carecen de oído, pero tienen órganos que perciben el componente mecánico del sonido.
“Demostramos que la contaminación humana hace que estas especies dejen de orientarse y alimentarse, y al cabo de unos
días mueren”, cuenta André.
Además, estudiaron las plantas acuáticas v concluyeron que también son perjudicadas con el sonido.
“Estamos hablando de toda la cadena trófica (de relaciones entre los miembros de un ecosistema) marina. Entonces, la
manera de abordar este problema se ha convertido en global, buscando herramientas para ayudar al ecosistema completo, y partir con los cetáceos es un tremendo primer paso” dice el científico.*
Fuente: Diario Financiero