Por: Sonia Español-Jiménez Directora Ejecutiva de Fundación MERI
“Sobre las ballenas, lo esperable de esta COP15 es que las conversaciones avancen de manera urgente en declararlas como bien de interés público en materia social, ambiental, cultural y económica. Necesitamos que se reconozcan como especie bajo amenaza antropogénica y que por tanto se prohíba su caza a nivel internacional y se progrese decididamente hacia el monitoreo del impacto de las actividades humanas en los océanos”.
En Canadá comenzó la Conferencia de Diversidad Biológica de la ONU, la COP15. Esta cita, menos conocida que la conferencia climática que se efectuó en Egipto, es cada vez más relevante para el futuro del planeta.
Según la ONU, la pérdida de biodiversidad, junto al cambio climático y la contaminación, son las tres mayores crisis planetarias en la actualidad. Los científicos también han afirmado que la Tierra está sufriendo la mayor pérdida de vidas desde la época de los dinosaurios, la que en gran parte está siendo impulsada por las actividades humanas.
La importancia de esta COP15 radica en que es la única instancia que congrega a los gobiernos para avanzar en la protección de la biodiversidad. Sabemos que si no nos preocupamos de las especies no podremos avanzar en la conservación ni en el desarrollo sostenible que tanto anhelamos.
En el caso de Chile, tanto cóndores como flamencos, ballenas y pumas -por mencionar algunos- son especies emblemáticas debido a su rol dentro de los ecosistemas por lo que no se puede hablar de sostenibilidad sin entender primero cuáles son los servicios ecosistémicos que generan estas especies y sus amenazas.
Sobre las ballenas, lo esperable de esta COP15 es que las conversaciones avancen de manera urgente en declararlas como bien de interés público en materia social, ambiental, cultural y económica. Necesitamos que se reconozcan como especie bajo amenaza antropogénica y que por tanto se prohíba su caza a nivel internacional y se progrese decididamente hacia el monitoreo del impacto de las actividades humanas en los océanos.
En esta línea, Chile es un referente en el mundo la conservación de los océanos. Un ejemplo concreto es el proyecto The Blue BOAT Initiative -liderado por Fundación MERI y el Ministerio de Medio Ambiente- que busca conservar y proteger a las ballenas del tráfico marítimo a través del monitoreo de los océanos y de estudiar y valorizar sus servicios ecosistémicos, en particular, aquellos asociados al rol de las ballenas en la captura del CO2, necesarios para enfrentar el cambio climático.
The Blue BOAT Initiative es un sistema de alerta temprana presente en la boya inteligente “Suyai” –que significa Esperanza- frente a Chiloé, la que a tiempo real escucha todos los sonidos de bajo el agua advirtiendo de la presencia de ballenas en la zona. Si se identifica a alguno de estos animales, esta tecnología emite una alerta a la Armada, para que las embarcaciones que atraviesan esa ruta marítima tomen medidas para evitar chocarlas. Así, se da un paso más en proteger a esta especie “paragua” para la biodiversidad. Sin embargo, es necesario ampliar esta protección con la instalación de una sólida red de boyas en el Pacífico, entre Chile y Canadá.
Está claro que los desafíos son múltiples en materia de biodiversidad, sobre todo considerando que Chile -según un informe de la Revista Nature- tiene 88 de los 110 tipos de ecosistemas presentes en todo el mundo, es decir, el 80% del total.
Tenemos mucho en juego, por eso es relevante también que se apruebe -ya lleva más de una década en el Congreso- la creación del Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas. Si no nos preocupamos de las especies y sus servicios ecosistémicos no podremos avanzar en conservación ni en desarrollo sostenible.
Fuente: País Circular