Esta semana el avistamiento de una ballena jorobada en la costa de Tocopilla, en la Región de Antofagasta, llamó la atención de los locales. El magnífico cetáceo, observado entre la playa Remanso y Las Pesqueras, estuvo alrededor de una hora asomando su enorme boca para alimentarse, lo que significó un espectáculo para la mayoría y, para algunos, una muestra inquietante. Es solo una de las cientos de ballenas que se podrán observar este verano, en distintos puntos del país.
El especialista en mamíferos marinos del Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas, Carlos Olavarría, explica que, a diferencia de lo que muchos especularon, la aparición de la ballena no se debe a su falta de alimento o resguardo, sino a un fenómeno biológico más favorable: el incremento de la población de estos cetáceos. Esto es principalmente porque en 1986 la Comisión Ballenera Internacional (CBI) prohibió la caza comercial del mamífero. Olavarría agrega que, si bien casi llegaron al borde de la extinción, con el paso de los años se fueron reproduciendo y ahora son cada vez más.
«Si en los noventa con suerte veías una ballena, ahora puedes ver hasta 20 o 30 en un solo viaje» señala, por lo que en la actualidad es común observarlas con mayor recurrencia y en distintos sectores, lo que podría explicar la presencia de la jorobada en Tocopilla.
Sin embargo, es cierto que el avistamiento de ballenas puede representar un riesgo para estos mamíferos solo en caso de que no se tomen las medidas necesarias, como el distanciamiento que deben mantener los botes con las ballenas y la prudencia con las especies en peligro de extinción. Otro riesgo para los cetáceos, y que conocen bien los buzos, es el ruido submarino que producen las embarcaciones en el mar. Por esto mismo, Olavarría menciona que muchos pescadores o guías turísticos apagan voluntariamente los motores mucho antes de localizar al gigantesco mamífero. Pero, ¿qué tan fuerte es ese ruido y por qué es una amenaza para las ballenas?
La Fundación MERI se dedica, entre otras cosas, al monitorio de las ballenas por medio de la inteligencia artificial. En conjunto con el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación crearon hace menos de un año un proyecto llamado The Blue Boat iniciative, el cual busca mitigar el riesgo que tienen las ballenas del sur de Chile en ser golpeadas y desorientadas por los cientos de embarcaciones que pasan por el Golfo Corcovado. Es así cómo detectan otros ruidos en el océano que interfieren en el eco marino de las ballenas, al igual que logran captar los sonidos de los cetáceos.
Con el fin de proteger a los mamíferos más grandes del océano, Fundación MERI inició la campaña «Ballena a la vista», con el objetivo de sensibilizar a las personas sobre la existencia de los diversos mamíferos y cómo observarlas sin generar daños en dicha especie. Además, recopila los mejores lugares para el avistamiento seguro de ballenas.
Su directora ejecutiva, Sonia Español, explica que en el verano ocurre la mayor presencia de estos cetáceos en las cosas del país, sobre todo en el sur debido a las aguas altamente productivas. Sobre el sentimiento de encontrarse una ballena, expresa que «es una experiencia inigualable e inexplicable». Además, agrega que «es importante tener un entendimiento real de lo que significan estas especies para el futuro de los océanos y de la humanidad».
Olivarría, por su parte, agrega que enero y febrero son los mejores meses para presenciar a los cetáceos, ya que coincide con las vacaciones de la mayoría y con el período en el que las ballenas siguen buscando alimento. Junto a eso, el experto en biología marina recalca un hito importante: «Por primera vez el año pasado tuvimos avistamiento de ballenas en invierno. Hubo ballenas todo el año», lo que respondería nuevamente al incremento de estos mamíferos.
Según la guía didáctica de cetáceos de Fundación MERI, los principales lugares de avistamiento de ballenas en Chile son Chañaral de Aceituno, en la Región de Atacama; el Parque Marino Francisco Coloane, en la Región de Magallanes; el Golfo de Corcovado y el sureste de la Isla de Chiloé, y en la Antártica.
Carlos Olavarría complementa la lista con la Península de Mejillones, en el Norte Grande del país, un sitio donde recientemente se realizan observaciones de ballenas. También destaca la caleta de Puñihuil como punto de observación, en el Estrecho de Magallanes. Además, advierte que Chañaral de Aceituno es una de las zonas cruciales para avistar ballenas, pues desde la década de 1990 es conocido por estos mamíferos y por su población de delfines. El experto enfatiza que es importante tener en cuenta que, dependiendo del norte o del sur, estos lugares tienen condiciones climáticas bastante diferentes que podrían incidir en la actividad de estas especies.
Con respecto a los tipos de ballenas, Olavarría comenta cuál es más probable que vean en cada zona. En Chañaral de Aceituno y en la Península de Mejillones son comunes las ballenas fin; el estrecho de Magallanes es uno de los principales lugares de alimentación para las ballenas jorobadas y también se observan ballenas sei, y en Chiloé se suelen avistar ballenas azules, al igual que en la Antártica.
Fuente: La Tercera