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Gloria Howes, entrevistada por Revista Domingo de El Mercurio

Parte del equipo de la Fundación Meri, esta joven santiaguina, hoy radicada en Chiloé, ha realizado un valioso trabajo de educación ambiental y ecoturismo con algunas de las comunidades más aisladas de la Región de Aysén.

Como muchos adolescentes a punto del salir del colegio, Gloria Howes estaba confundida. Le gustaban las matemáticas y alguna vez había pensado estudiar ingeniera comercial, pero un buen día se iluminó y decidió que quería una carrera que aportara en algo a la sociedad. Por eso entró a estudiar Administración en Ecoturismo en la Universidad Andrés Bello, y durante la práctica, viajó a Chiloé para trabajar en la Estación Biológica Senda de Darwin, en Ancud. Uno de los objetivos era transformar el conocimiento científico en un lenguaje orientado a la educación ambiental. «Fui ahí donde me sentí súper apasionada con el mundo científico y la vida en la naturaleza», dice hoy, con 31 años, al teléfono desde su casa en la isla.

Motivada por esa experiencia, su segunda práctica la hizo en el Parque Tantauco, donde estuvo viviendo y trabajando con la comunidad de caleta Inío: en este caso, el plan era crear una propuesta de desarrollo ecoturístico con énfasis en la observación de cetáceos. «La gente local siempre se mostraba interesada en saber más sobre lo que tenían, cuáles eran las características de cada especie, cómo distinguirlas. Verlos tan contentos como yo por aprender es lo que más me encanta de mi trabajo», dice.

La experiencia fue tan positiva, que la animó a ir por más. Tras unas temporadas en Tantauco, Gloria Howes partió a Uruguay para trabajar como voluntaria en un proyecto de observación de ballenas. Sin embargo, a su regreso a Chile, las opciones laborales se redujeron y pasó un año como recepcionista de un hotel en Valdivia. Cuando pensaba que su camino podría seguir por ese rumbo, en 2013 supo que la Fundación Meri -que trabaja en temas de conservación- estaba buscando una pareja que se hiciera cargo de la administración de una reserva natural en Melimoyu, una aislada localidad de Aysén, solo accesible por mar, y donde viven 16 familias. Ella partió de inmediato con su marido, al que había conocido en Tantauco y quien trabajaba haciendo lo mismo. En ese lugar, una de sus primeras tareas fue hacer un registro de avistamiento de ballenas en la zona, pero también darse a conocer en la comunidad local. «Antes, los terrenos de la reserva pertenecían a un proyecto turístico y la relación con la gente no era muy buena. Entonces, queríamos que nos fueran conociendo, conversar con ellos. Yo trabajé haciendo clases de inglés en la escuela y ayudamos a hacer una biblioteca comunitaria», dice.

Siempre pensando en apoyar a la comunidad local, Gloria Howes se hizo cargo de Programas Educativos y Ecoturismo de la Fundación Meri, comenzó a impulsar iniciativas para que los pobladores colaboraran en el estudio de ballenas azules, y desarrolló varios talleres educativos. Además, desde Melimoyu, junto con el equipo de la Fundación, comenzó a hacer varias expediciones en lancha hacia otros pueblos de Aysén, como Puerto Gala, Puerto Cisnes o Raúl Marín Balmaceda, para dictar estos mismos talleres.

Por este trabajo, el año pasado Gloria fue premiada por el Ministerio del Medio Ambiente como Mujer Líder en Sustentabilidad . «No me esperaba ese reconocimiento, pero me puso muy feliz, pues sentí que estaban valorando un trabajo de hormiga que a veces no es muy visible», dice.

«En Melimoyu vimos que las comunidades estaban interesadas en el desarrollo turístico para tener otras fuentes de ingreso, más allá de trabajar en las salmoneras. Me apasiona que se genere esta red en la que todos buscamos lo mismo, que es la conservación y el desarrollo sustentable».

Fuente: El Mercurio

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