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[El Mercurio] Un menor ruido ambiental favorece la comunicación y reproducción de las ballenas

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Las ballenas están viviendo en estos momentos en un océano menos ruidoso y más tranquilo, ya que producto de las restricciones a nivel global debido a la pandemia, ha disminuido notoriamente el tráfico de embarcaciones. Para ellas, la buena noticia es que esto todavía puede prolongarse por varios meses.

El escenario es una situación ideal para que los científicos conozcan aspectos del comportamiento de los cetáceos muy difíciles de verificar en un escenario normal.

“Este es un diseño experimental que es imposible planificar. Que se cierre todo el tráfico marítimo, especialmente de ocio y recreación, es algo impensable y por eso es una oportunidad única para poder ver estos temas y obtener datos duros a nivel mundial”, dice la bióloga marina estadounidense Susannah Buchan, quien es investigadora del Centro de Investigación Oceanográfica del Pacífico Sur (Copas) de la U. de Concepción.

Ella forma parte de uno de los distintos grupos que en este momento cuentan con sonógrafos (instrumentos que registran sonidos bajo el agua) instalados y cuyos datos podrán reconstruir con precisión la contaminación acústica marina antes, durante y después del coronavirus.

“Lo que esperamos es una baja en ruidos ambientales”, dice Buchan, cuyo equipo tiene instrumentos instalados en el golfo de Corcovado, frente a Chiloé, y en aguas de la zona norte de Chile.

Como en una discoteca

Ya hay evidencias preliminares que ratifican la disminución del ruido bajo el mar. “Un grupo de investigadores canadienses registró que en las aguas de su país hay un 25% de reducción de la potencia del sonido justo en el rango de frecuencia que coincide con el de las embarcaciones”, destaca la bióloga marina Sonia Español, quien también está haciendo mediciones en el Corcovado.

La evidencia más concreta de que el ruido afecta a las ballenas proviene de un estudio realizado con ballenas francas en Estados Unidos y que coincidió con el ataque a las Torres Gemelas. Los investigadores estaban monitoreando los niveles de cortisol (la hormona del estrés) fuera de los puertos de Boston y Nueva York. Así vieron que durante los dos días siguientes al atentado, en que se cerraron los puertos a todo tráfico, los niveles de cortisol de las ballenas bajaron drásticamente.

Fue la primera prueba de que el ruido ambiente de las embarcaciones influye en el estrés de los cetáceos, dice Buchan. “Este estudio mostró que hay niveles de cortisol muy altos asociados al tráfico marítimo y eso probablemente es por el ruido de la embarcación y la amenaza que significa el paso de ella. Ese estrés fisiológico es el mismo que tenemos los seres humanos en un ambiente de ruido extremo”, sostiene.

Español, quien es coordinadora del área de investigación de cetáceos de Fundación Meri, dice que la contaminación acústica puede llevar a las ballenas a abandonar un área a la que estaban acostumbradas. El riesgo es que puede tratarse de una zona importante de alimentación o reproducción.

Además, el ruido puede afectar a los cetáceos directamente. “Se ha visto en delfines que si el ruido es muy potente o constante, pueden sufrir daños en los oídos e incluso puede llevar a la muerte del animal al reventarse los tímpanos”, asegura la especialista.

Y sostiene que el estrés también hace a los cetáceos más vulnerables a las enfermedades.

A todo esto, hay que sumarle que el sonido de las embarcaciones produce el enmascaramiento de la vocalización de las ballenas, indica Buchan.”Los individuos ya no logran escucharse y es como cuando uno en una discoteca tiene que gritar para poder ser escuchado. Esto, para poblaciones en proceso de recuperación, como la ballena azul, es complejo, porque estos animales tienen que comunicarse a larga distancia para buscar pareja y reproducirse”.

De esta forma, la disminución de embarcaciones ruidosas en el mar aumentará la posibilidad de que las ballenas se encuentren. “Les han quitado la música de fondo que tenían a máxima potencia, por lo que en este momento se deben encontrar en un estado de tranquilidad mucho mayor al habitual. Ahora habrá que ver cuánto dura este estado y cómo se ve en ciertas poblaciones en específico, porque hay algunas en alto peligro de extinción. Si estos seis a ocho meses que dura el confinamiento a nivel mundial justo coinciden con que el animal está en período de reproducción, probablemente podríamos hablar de éxito reproductivo, porque le estamos dando más seguridad a nivel biológico”, destaca la bióloga de la Fundación Meri.

Adicionalmente, la disminución del tráfico de barcos debería reducir la estadística de colisiones con cetáceos, al menos este año. Estas pueden ser fatales o el animal puede quedar tan gravemente herido que a la larga muere o pierde su capacidad reproductiva. “Como no hay claridad estadística respecto de las colisiones, es difícil tener un antes y después, pero obviamente el riesgo será menor”, dice Español.

Fuente: El Mercurio